abril 25, 2005

La nula importancia de llamarse josefina

Josefina Emilia Kurbage de Kassabji, de 29 años de edad, acudió con su esposo, Georges Kassabji, al encuentro decisivo con su médico: ya el ser que tenía en el vientre había cumplido sus 39 semanas de gestación y la pareja había puesto todo en orden para recibir a quien iba a ser su primera hija. El médico encargado de traer al mundo a la criatura fue el doctor Enoch Morón, todo un veterano que presta sus servicios como obstetra en la clínica La California, de la cual además es director. El anestesiólogo, otro caballero curtido en las lides de su especialidad, fue el doctor Jesús Berríos. El resto de la escena ustedes se la imaginan: una familia tensa y feliz, una Emilia nerviosa pero muy optimista y un equipo médico que si fuera de beisbol ya estaría celebrando el triunfo en la serie mundial. Algún día teníamos que reseñar un acontecimiento feliz en esta página, no faltaba más. Aunque éste apenas tenga una extensión de un párrafo.
A las 8 de la mañana, con todo ya en su lugar, Josefina Emilia fue llevada al pabellón, le aplicaron la inyección respectiva para ver si dilataba y el parto se producía de manera normal, y comenzó una espera más larga de lo que Kassabji y los suyos habían previsto. A las 2 de la tarde, y luego a las 3 y media, a las 4 y a las 5, les dijeron que había que esperar un poco; la mujer iba a dilatar en cualquier momento y el parto, querido amigo, va a ser convencional y sin traumas. Tranquilo ahí, galán, yo sé lo que se siente. Si ya ha esperado nueve meses, ¿cómo no va a esperar diez horas más, ah? Tranquilícese y vamos a ver qué pasa con la niña.
A eso de las 6 de la tarde el doctor Morón llevó a cabo el movimiento esperado por todos en el bull pent: ordenó aplicarle una mayor dosis de anestesia a Josefina Emilia para realizar la cesárea. Una lástima, el parto no pudo ser natural. A las 6:40, por fin, la mujer salió del quirófano rumbo a la habitación, y su robusta primera hija fue llevada a la sala de incubadoras para los cuidados y el procedimiento de rigor. Nuevas manifestaciones de alegría para los Kassabji. Luego de la endemoniada espera, finalmente estaba entre ellos la nueva integrante del hogar, la cosa era para celebrar. Pero, como suele suceder en estos casos, la madre regresó al cuarto en un estado físico muy delicado, y por supuesto no era celebrar sino recuperarse lo que el cuerpo le estaba pidiendo. Con frases entrecortadas y susurros inaudibles, logró comunicarle a su familia que sentía una quemazón en la espalda. Naturalmente. Nadie sale de un trance de ese tipo con ánimo de correr un maratón.
Sólo que, hablando de maratones, Josefina Emilia no sentía las piernas. Tenía el brazo izquierdo doblado y el ojo del mismo lado se le cerraba, fuera de control. Entonces decidieron acudir al médico para ver qué se podía hacer al respecto.

La palabra de la ciencia

El doctor Enoch Morón fue a la habitación, dio un vistazo, hizo un par de preguntas, reflexionó durante dos segundos y emitió el primer dictamen: es el efecto de la anestesia. Le dije que estuviera tranquilo, amigo Georges. Mañana verá como se nos recupera la doña, no se preocupe.
Viernes en la noche: el cordial Enoch se despidió, salió de la clínica y la familia Kassabji se dispuso a atender a la joven madre, que no paraba de quejarse. Transcurrió la noche, la madrugada, el sol salió para todos y Josefina Emilia seguía en el mismo estado: el brazo doblado sobre el pecho, el fogonazo en la columna, las piernas como ausentes, el ojo izquierdo caído. Fueron a buscar al doctor Morón pero no se encontraba; hizo acto de aparición entonces el anestesiólogo, Jesús Berríos, quien, en un tono tan cordial como el de Morón, dio una explicación técnica y otra folclórica. La primera, que le habían colocado anestesia en la columna y luego general, y que quizá por eso estaba reaccionando de esa forma. La segunda: esa mujer lo que está es consentida. El doctor Berríos es un sujeto muy simpático.
Poco después llegó Morón, le colocó un suero y una sonda a la paciente porque, según él, de esa manera iba a expulsar la anestesia. La palabra de la ciencia. Tres días después, esto es, el martes, el deterioro de Josefina Emilia había alcanzado un nivel alarmante: ahora sufría de vómitos, diarrea, fiebre, dificultad para respirar y para hablar. Entonces se realizó una junta médica conformada por los doctores Morón, Berríos, Ralph Redlich y Germán Quintero. Estos últimos le dieron una noticia desconcertante a Georges Kassabji: Berríos no quiso responder qué diablos fue lo que hizo en el quirófano, o más exactamente, en la columna de Josefina. Así reza el informe de la junta médica: “La paciente permanece en la clínica bajo el cuidado de los médicos consultantes y personal de apoyo, excepto el doctor Jesús Berríos, quien notificó de motu propio su decisión de retirarse del caso”. Otra noticia terrible en labios de Quintero: Su esposa ha perdido la movilidad en el 80 por ciento del cuerpo y posiblemente no camine más. La razón: había sido mal inyectada en la columna, le habían lesionado la mielina.

Bravos, valientes y apoyados

Así que el responsable es Berríos, dijo el esposo de Josefina; pues con él vamos a hablar. La petición de Georges Kassabji a Berríos fue muy directa: Encárguese de los gastos de recuperación de mi esposa. Más directa fue la respuesta de Berríos: No voy a responsabilizarme de nada porque mi familia es muy poderosa, mi hermano es Guardia Nacional, mi hermana es abogada, mi tía es jueza y mejor ni te cuento con quién juego dominó todos los sábados, bajo una mata de mango y con una botella de whisky a la vera. Así que no me hables, Georges: habla con mi abogado.
Georges fue entonces a hablar con uno de los propietarios de la clínica, el doctor José Otatti, y le contó de su intención de llevar el caso a Tribunales. Es cuestión de jerarquías: si un anestesiólogo conocía a ese poco de gente poderosa, imagínense lo que el dueño del negocio le respondió a Georges: Tengo un pana de la infancia que hoy es una destacada personalidad política del país. A quien escribe estas líneas le han recomendado no publicar el nombre que pronunció Otatti para impresionar a Georges, pero demonios, ¡qué contento se va a poner el doctor David Morales Bello cuando sepa con qué fines está utilizando su nombre su queridísimo hermano José Otatti! Y ni hablar cuando sepa que además lo llamó “destacada personalidad política”.
Tres semanas después, Josefina sufría de pérdida de la memoria, convulsionaba constantemente, no reconocía a sus allegados. Una psicóloga clínica y una fisiatra se aplicaron entonces a realizar otro tipo de exámenes, los cuales revelaron que el daño sufrido por Josefina era motor y psicológico, ya que por lo demás estaba sana. Un mes después del parto volvieron a acudir a la sabiduría del doctor Enoch Morón para que realizara una revisión, puesto que en los últimos días sólo fue atendida por un par de enfermeras. Morón hizo sus observaciones y le recomendó a Emilia y los suyos relajarse y esperar. Georges tuvo un ataque de desesperación e hizo un enérgico reclamo; entonces Morón, siguiendo la línea de sus colegas de la clínica, le respondió que estaba listo para ir a Tribunales. Esa misma noche, a eso de las 12, Josefina sufrió un paro respiratorio, por lo cual fue trasladada al hospital Domingo Luciani, sin que Morón ni nadie se dignara firmar la orden de traslado.
Josefina Emilia Kurbage de Kassabji murió 40 días después del que se supone iba a ser el día más feliz de su vida.
Uno de los primeros trámites que realizó Georges Kassabji después del terrible desenlace fue acudir en busca de un pronunciamiento a la Federación Médica de Venezuela, donde lo han tratado como al perro más vil: Venga después, no lo puedo atender, quédese allí, venga el domingo, espere en el pasillo. Así que, una vez agotada esa instancia, Georges ha optado por darle el gusto a aquellos médicos: por fin tendrán la oportunidad de demostrar cuán poderosas son sus influencias, pues ya el caso está en la Fiscalía y en los Tribunales. Mientras, él se limita a contar con la buena fe de la fiscal 43 del Ministerio Público y con el buen tino que pueda quedarle a la justicia venezolana.
______________________
Un año más debió lidiar Georges Kassabji en los tribunales, hasta que finalmente, en agosto de 1998, la jueza 43 penal, Norma Hernández, decidió una medida de sometimiento a juicio contra los facultativos Jesús Antonio Berríos y Enoch Morón, por homicidio culposo. En el caso de Berríos hubo imprudencia, y en el de Morón, negligencia, según el dictamen de la jueza. No ocurrió mayor cosa con ellos; homicidio culposo se paga con pena de seis meses a cinco años. Pero como ninguno tenía antecedentes penales y parece que hasta buenos ciudadanos son, entonces...
___________________
El Nacional, agosto de 1997, con el mismo título.

6 comentarios:

Nostalgia dijo...

Tienes una manera interesante de escribir estas crónicas, me las he leido todas de un tiron. Supe de ellas cuando vivia en Vzla y acostumbraba a hojear El Mundo pero no me gustaba leer sobre sucesos. Lamentablemente estas injusticias seguiran pasando porque independientemente de toldas politicas, en nuestro pais se ha enquistado la maldita practica de "dejarlo todo así": ya sea por miedo, comodidad, complicidad, jalabolismo, corrupcion....quisiera creer que esta vez será diferente, pero lo dudo. El caso médico particularmente me da asco, pensar que siguen allí, pirateando la profesion y matando gente impunemente,protegidos por quien sabe quien. Ojala algun dia pudieras darnos el placer de ver publicados aqui los desenlaces felices para sus deudos y la comprobacion de que la justicia, al fin y al cabo no es tan ciega como la pintan.
saludos,

JRD dijo...

Gente de Nequipo: es muy gratificante recibir el premio, muchas gracias. Divulgaré y promocionaré su existencia y sus propuestas, que me parecen un estímulo excelente.
Sólo un detalle: ya quisiera yo que esas historias fueran imposibles (como dice el nombre de su página). Por desgracia, esas historias son no sólo posibles sino cotidianas en nuestros países latinoamericanos.
***
Nostalgia: cuando publiqué Guerra Nuestra en papel intenté contar al pie de página cómo había continuado o terminado cada caso. Me fue imposible hacerlo con todos: son más de 160. Aunque, viéndolo bien, intentarlo sería una manera interesante de saber si la justicia funciona aunque sea de vez en cuando.
Saludos y gracias.

Anónimo dijo...

Yo conozco a Enoch Morón y lo que te puedo decir, es que a un tipo de gente así, tarde o temprano le iba a ocurrir eso. A la paciente no le pusieron anestesia, sino un producto antiséptico llamado "gerdex" el cual es transparente como la Lidocaína. Por eso la anestesia "no pegó" y hubo que darle anestesia general. Te digo algo más, despues de ese caso ya los anestesiólogos casi no usan gerdex.

JRD dijo...

Ah caramba, no tenía ese dato. Ahora, ¿el Gerdex no es una especie de líquido antiséptico para limpiar heridas? Digo, si el hombre confundió una cosa con la otra, este... verga...

Anónimo dijo...

Si el problema es que el gerdex es transparente como el agua igual que la lidocaina o xilocaina que se utiliza para la anestesia peridural. El anestesiólogo toma 2 frascos (generalmente de compotas) en uno ponen antiséptico que puede ser povidine o gerdex y en el otro el anestésico. Este anestesiólogo parece por lo que se comenta, estaba rascado y confundió los contenidos. Si tienes más dudas, con mucho gusto te las respondo.
Por cierto, bien interesantes tus artículos, cada vez que tengo un chance los leo.

JRD dijo...

Agradecido por la aclaratoria y los comentarios. una de las cosas repugnantes de estas historias es lo amargamente risibles que pueden resultar: el tipo borracho que confunde dos frascos y en lugar de empinarse uno como si fuera un trago se lo administra a la paciente. Posiblemente tenga que ver con que eran de compota y no de aguardiente.
Espantoso, grotesco, horrible, imperdonable.