Ahora, para variar, una de esas familias sin brújula de Zuata ha aterrizado por acá, con una historia que ya reposa en los tribunales penales y en manos de la Fiscal Yubirí Quintero.
Inocencia: paciencia
Inocencia tiene tres hijos; dos de ellos, Miguel Angel (20) y Luis Alfredo Contreras (24) fueron paracaidistas, ambos destacados en la base aérea de Palo Negro. El otro no es paracaidista ni militar, pero a sus 16 años fiestea y baila changa de lo lindo en cuanto sarao se prende en las cercanías; se llama Angel Augusto. En cierta forma lo de la denuncia en Fiscalía funcionó, pues por un tiempo cesaron los allanamientos, pero ahora la presión tuvieron que soportarla los muchachos. Nada grave: a Angel Augusto, por ejemplo una vez lo detuvieron en la calle, se lo llevaron a una famosa laguna ubicada en las afueras y le metieron unos cuentos de terror abominables, antes de decirle que corriera bien duro si quería ganarse su libertad. El muchacho corrió y por ahí anda, bien vivo y repitiendo la historia con la voz partida de la emoción.
El último allanamiento a la casa les cayó el 16 de octubre del año pasado. En esa oportunidad, a falta de mercancía sucia que llevarse, le metieron mano a un televisor, un equipo de sonido y un ventilador, y para no irse con las arcas tan vacías se llevaron también a Angel Augusto, sin que Inocencia pudiera hacer nada al respecto.
Pero el muchacho, después de todo, tuvo hasta buena suerte.
Miguel Angel, uno de los paracaidistas, andaba por el sector Bello Monte, cerca de su casa, en compañía de un menor de edad -a quien es preciso proteger silenciando su nombre- cuando de pronto vieron que una patrulla se aproximaba. El menor, que ya antes había probado peinilla pareja por estar obedeciendo órdenes de alto, prendió los motores y desapareció tras una pared, pero Miguel Angel Contreras se quedó en el sitio confiando en su condición de militar y de hombre sin antecedentes ni pecados por pagar. Así se lo hizo saber a los gendarmes cuando éstos lo esposaron y lo introdujeron en la patrulla, la cual rodó hasta una quebrada cercana; serían las 3:00 pm del 22 de octubre. A las 7:00 pm, unos vecinos se compadecieron y le avisaron a una tía, hermana de su madre Inocencia, que al muchacho acababan de darle un tiro; los matadores no tuvieron la delicadeza de hacer las cosas en silencio y decenas de personas escucharon los gritos de Miguel Angel. Inocencia llamó a la policía; allí le dijeron que lo lamentaban, pero ese detenido no estaba allí, y le recomendaron que fuera a la morgue.
Precisamente en la morgue le dieron la información completa: el cadáver sí se encontraba allí, y estaba lleno de contusiones; los pies, amarrados con las trenzas de las botas militares; el pecho, marcado con un impacto de bala.
Nueva visita de Inocencia a la Fiscalía. La doctora Yubirí Quintero solicitó un informe a la Policía de Aragua sobre los posibles antecedentes del joven Contreras, y desde allá le enviaron una hoja bastante sucia: robo a mano armada, azote de barrio, delitos varios. Estaba tan sucia la hoja que, en el sitio donde se leía el nombre de Miguel Angel Contreras, podía verse claramente un manchón de tipex, esa pinturita blanca con que usted borra una palabra que desea ocultar. ¿Qué nombre estaba escrito allí antes que el de Miguel Angel? Pregúntenselo a la Policía de Aragua, específicamente a los funcionarios de apellidos Soterán y Rojas, aquellos eficientes guardianes de la ley que se llevaron preso a Miguel Angel el último día de su vida.
1 comentario:
Gracias por el link, me inscribí!
Saludos, y gracias de nuevo
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