abril 14, 2005
La larga noche de los Fuentes
Raúl Fuentes Materán solía llegar del trabajo cerca del mediodía, con un cansancio hereje –el hombre salía en la madrugada a repartir quesos en Caracas– y unas ganas terribles de echarse en la cama. Tal era su anhelo y tal fue la acción que realizó apenas llegó a la casa, ubicada en Catia La Mar. Pesado y orondo cayó al lado de su mujer (Yadelsi, morena fiel, compañera de toda la vida) y su hijo de tres años. Venía un segundo vástago en camino, así que había razones para tratar de dormir en serie: en breve llegarían esas largas noches de levantarse a preparar teteros y cambiar pañales a las tres de la madrugada, y eso deja un trasnocho, una pesadez y un abatimiento que ni el club de fans de Elio Rubens.
Raúl quedó rendido en el acto; Yadelsi y el niño le bajaron el volumen al televisor y se quedaron viendo cualquier cosa en la pantalla. Serían las 12:20 de la tarde cuando entraron dos tipos en la habitación; Yadelsi se sobresaltó, uno de los sujetos le hizo señas para que no hiciera ruido y se bajara de la cama. Pero la mujer, crispada y a la defensiva, gritó y estremeció a Raúl para que le viera la cara a la sorpresa. El se despertó, miró a los hombres, se llevó las manos a la cabeza y dijo sus últimas palabras: "Ahora sí me desgracié la vida". Lo que siguió fue la confirmación de su sentencia: uno de los hombres se le acercó a medio metro de distancia y disparó. Afuera, como haciéndole eco a la primera detonación, sonaron varios disparos más en loca sucesión de ráfagas. ¿A quién le disparaban esos hombres allá afuera?
Dos segundos después Yadelsi estaba en otra habitación intentando hacer reaccionar al niño, que entró en estado de shock al ver al padre caer sobre él con un agujero en la frente, y se resignó a intuir lo que estaba ocurriendo afuera: a Raúl lo llevaban arrastrado hacia la calle, los otros hombres buscaban y escarbaban en busca de no-sé-qué en toda la casa, y por último le dijeron a ella que los acompañara. ¿Para dónde? Nada, los perdedores no merecen una explicación, pero sí una amenaza extra: era mejor obedecer porque aquellos sujetos eran de la PTJ, y contra la justicia, contra los buenos de la película, nadie puede.
A Yadelsi la llevaron a la comisaría de la PTJ de La Guaira, esposada. Esperaron un rato allí, más tarde la trasladaron a Caracas y allí le dieron un notición: tenía que pasar la noche en la Central, porque el jefe de Investigaciones no llegaba sino hasta el día siguiente, y sin jefe de Investigaciones no puede haber investigación, ¿está claro?
Larga noche para la viuda; breve encuentro con el jefe de Investigaciones, quien le mostró una foto donde aparecía su esposo, Raúl, encañonando a unas personas en una agencia bancaria a la que había ido en plan de asaltante. Cuando Yadelsi terminói de llorar y de lamentarse por el descubrimiento, el jefe le zampó una declaración bastante tierna y consoladora: "Pasó lo que tenía que pasar, tienes que superarlo y levantar a tu familia y a tus hijos". "Lo que tenía que pasar" fue que, además del disparo en la frente que le dieron en presencia de su familia, Raúl recibió una docena de tiros más. Y otras cosas, a las cuales ya ustedes estarán acostumbrados si tienen la mala costumbre de leer de vez en cuando esta sección: la PTJ, después de su faena, convocó a la prensa y le contó lo duro que había sido el enfrentamiento, ah, aquel delincuente nos acorraló a los cinco, nos disparó con una ametralladora, nos lanzó una granada, casi nos hiere, pero en estas venas hay sangre y la ciudadanía puede estar tranquila, los guardianes de la ley pueden superar eso y más. También le endosaron una serie de delitos no cometidos: 24 homicidios, posesión de armas de guerra. Yadelsi acepta, en vista de la evidencia fotográfica, lo del asalto al banco; lo demás lo considera pura fábula.
Yadelsi, que no es gitana, autista ni estúpida, no bien fue dejada en libertad se montó en la tarea de realizar denuncias en la División de Disciplina de la PTJ y en organizaciones como la Red de Apoyo por la Justicia y la Paz, y en la Sub comisión de Derechos Humanos del Congreso. Ahora lo tiene todo un poco más claro: sea lo que haya sido su esposo ninguna autoridad tiene derecho a meterse en su casa y ensartarlo como se ensarta a las ratas. Hay una averiguación en el tribunal 4to. Penal y en manos del Fiscal 4to., Raimundo Peinado. Pero no ha fluido tan fácil la maquinaria: ella y su familia dicen haber recibido amenazas telefónicas, y los funcionarios que participaron en aquella encarnizada batalla de cuatro contra uno (entre ellos Norberto Simancas y Reinaldo Hernández) están libres como el viento, ejerciendo sus funciones. A diez meses de los sucesos, sólo dos de ellos han ido a declarar, y ya el tribunal no encuentra la forma de que lo hagan los otros dos.
Es que las líneas telefónicas están tan malas últimamente...
El Nacional, junio de 1999
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2 comentarios:
Gracias vale. Es extraño cuando a uno se le hincha la vanidad cuando lo llaman humilde. Pero gracias.
De verdad me dejan sin palabras... yo no lo hubiese contado mejor!... soy testigo y parte de ese escenario de Tragedia y dolor Familiar!...Y tengo la esperanza de que algún día se haga JUSTICIA!...
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