abril 20, 2005

El Olvido se llama Noris

No es nada cómodo eso de plantarse frente a un hombre, cualquier hombre, y preguntarle sin que nos tiemble la voz algo así como: “¿Tú le pegabas a tu ex mujer?” Es bastante más complicado el asunto cuando el interpelado es alguien como el ingeniero Miguel Angel Mora, un caballero que viene acompañado de una fama y de un problemón muy duro de obviar: su esposa, técnico superior en Química y empleada del laboratorio ambiental de la refinería de Amuay, en Falcón, acaba de cumplir este sábado dos años de desaparecida. Y, aunque las averiguaciones andan algo así como paralizadas –¿qué tan paralizadas? Bueno, quizá tanto como un cadáver enterrado a diez metros bajo el hielo de Siberia–, el ingeniero Mora, su esposo, no ha dejado de ser el principal sospechoso de esa desaparición.
Por ese caso, Mora estuvo detenido en Falcón durante unos meses, ha soportado cierta avalancha de informaciones y comentarios aparecidos en la prensa regional de los estados Falcón y Zulia, y cuenta que además ha recibido amenazas de los cuerpos policiales para que declare haber asesinado a su antigua mujer. Los familiares de ella, por su parte, insisten en que todos los indicios incriminan a Miguel Angel Mora y han consignado todo lo consignable en función de procurar el encarcelamiento del ingeniero. Pero el caso se las trae; no se trata sólo de limitarse a la pregunta del primer párrafo, a la cual el ingeniero bien podría responder: “Sí, yo le pegaba, ¿y qué?, eso no significa que la haya desaparecido. Soy violento, pero no un asesino; ni tan Calvo ni con dos Otero Castillo” –no se imaginan cuánto tiempo esperé para soltar este ensayo de chiste con plena libertad.
La mujer desaparecida se llama Noris Almeida. Vale la pena refrescar aquí los impresionantes intríngulis del caso, a ver si alguien en los tribunales deja de bostezar y arroja una luz sobre las decenas de folios del expediente.

Un matrimonio normal

Noris y Miguel Angel se casaron en 1985, y de su unión nacieron dos infantes que hoy deben tener 13 y 10 años, respectivamente. Ambos eran profesionales al servicio de la industria petrolera, lo cual indica que, sin ser millonarios, tampoco eran candidatos a morirse de hambre. La dinámica de ese matrimonio era absolutamente normal: trabajaban en el día, peleaban en la noche, paseaban los fines de semana, peleaban los días feriados, celebraban sus cumpleaños, peleaban al día siguiente. Una pareja normal promedio, pues.
Pero tanta normalidad comenzó a fracturarse en serio hacia 1992, cuando Mora estuvo detenido unos días a petición de su esposa, quien lo acusó de maltrato y agresiones. Al año siguiente, con los problemas domésticos algo recrudecidos, a Noris le llegó un chisme según el cual su esposo tenía un hijo fuera de la relación conyugal, y entonces sí se prendió el candelero de verdad, un candelero que vino a medio sofocarse en 1995 mediante una separación de cuerpos. Pero el problema continuó, ya ustedes se imaginan por qué ruta: la pensión alimenticia, el embargo del sueldo, la separación de bienes, entre ellos unos terrenos y unas viviendas que debían estar a nombre de los hijos y ya, por favor, lo que sigue es demasiado grave para detenernos en minucias peseteras.
El 10 de julio de 1997 Noris Almeida fue vista por última vez por uno de sus hermanos. Fue en la avenida Jacinto Lara de Punto Fijo, donde un compañero de trabajo la dejó a eso de las 4:25 de la tarde. Ella entró a una entidad bancaria pero no realizó allí ninguna transacción. Simplemente desapareció, dejándole a sus dos hijos una angustia enorme y a su ex esposo el paquete del siglo.

El mejor siquiatra del mundo

Apenas la mujer cumplió una semana sin dejarse ver por ninguna parte la familia comenzó a movilizarse por todos los medios, no sólo para buscarla, sino también para orientar a las autoridades y a la opinión pública en el sentido que a ellos más los convencía, que no era otro sino el que apuntaba a la cara de Miguel Mora. Hablaron de llamadas fantasmas, amenazas, hostigamiento en su casa y en el trabajo. Parece que todo el mundo, incluso la afectada, sabía de antemano que había alguien por allí dispuesto a hacerle daño, un daño ligeramente más profundo que aquél causado por los pescozones.
Mora fue investigado, reseñado por la prensa, sometido a un puñado de pruebas y exámenes. Uno de ellos tuvo su laberinto particular y su momento gracioso. Un día, cuenta Miguel Mora, su abogada lo abordó para conversar sobre el caso, y luego de un largo tartamudeo –circunloquio, lo llaman los seres bien hablados– le dijo que había un médico que se había ofrecido para hacerle un examen siquiátrico por la módica suma de 700 mil bolívares. Vaya examen; por semejante suma deberían revelarle a uno hasta el futuro. Pero la oferta incluía algo mejor: la garantía de que su estado mental iba a salir muy bien. Fácil: tú me das 700 mil bolívares y yo certifico que tú no estás loco. El problema era que el caballero que había hecho la propuesta no era siquiatra sino médico forense, así que aceptar aquello equivalía a pagarle a un mecánico para que nos opere el hígado.
Mora se armó de valor, se dirigió al Congreso de la república y, escoltado por su tocayo el diputado Miguel Angel Paz, denunció a su abogada y al forense, y de paso hizo públicas la cantidad de amenazas y presiones que estaba recibiendo por la desaparición de Noris.El forcejeo está planteado en estos términos: los familiares de Noris acusan a la PTJ de Punto Fijo por no presionar lo suficiente a Miguel Angel Mora; éste, en cambio, acusa a la PTJ por presionarlo demasiado. En eso han transcurrido dos años y dos días, Noris y su circunstancia están a punto de quedarse en lo más oscuro del olvido y la justicia continúa actuando, como de costumbre, a la velocidad del rayo. Qué esperanza.
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El Mundo, julio de 1999. Título original: El olvido se llama Noris Almeida.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Año 2010 y aun nada se sabe de Noris. Los que fuimos sus compañeros de trabajo la recordamos. Contamos la historia de Noris a quien quiera escucharla. El final de la historia es un misterio que perturba.
Noris, aun te esperamos viva, aunque se viva en espiritu.

Anónimo dijo...

Durante la época del Paro Petrolero, a ella la vieron en Aruba, lugar donde vive su familia. Fue reconocida por personas que trabajaron con ella. Nunca apareció un cuerpo, porque está viva y coleando.