noviembre 08, 2005

Cuando dar a luz se convierte en un castigo

María Levis Hernández tiene 25 años; ella y su esposo, Jairo Rubén García, viven en el barrio José Félix Ribas de Petare, y entre ambos se la han arreglado para sobrevivir en el mejor estilo posible dentro de la humildad y esa mamazón hereje que ya todos sabemos. Son gente pobre, saben lo que es dar trompadas contra todo bicho en esos cerros y por lo tanto saben muy bien cómo sobrevivir a todo tipo de amarguras y violencias. Bueno, hay violencias de guantes y bata blanca que resulta un poco más difícil de enfrentar que a la de los malandros. Ya sé que ustedes quieren saber lo que pasó con ellos, pero rápido; no se preocupen, a eso vamos.
A principios de 1997, María Levis comenzó a notar una sospechosa tardanza en la menstruación, así que hizo lo que cualquier mujer normal suele hacer en esos casos: se fue a coger color en la playa, le comentó la cosa a sus amigas más cercanas y luego acudió al laboratorio para hacerse una prueba de embarazo. Una prueba que, por supuesto, arrojó un resultado positivo. Qué esperaban ustedes. Si la puntería no le había fallado a su esposo en dos oportunidades anteriores, no tenía por qué dejarlo mal parado ahora.
La familia celebró la noticia de que se avecinaba un tercer soldado que alborotara la casa y comenzó lo que ya ustedes saben: aquella compradera de ropa, la selección de los padrinos, las apuestas sobre el sexo de la criatura, la compra de las telas, la suegra toda brava, caramba, yo recomendándoles unas telas verdes, muy simpáticas, para que estos muérganos vengan a decidirse por aquel otro azul turquesa, qué gustico, muchacho, los hombres no deberían intervenir en estas cosas. Los ajetreos normales de la prenatalidad.
Comenzó a controlarse el embarazo en el Materno Infantil del Este, y la cuestión transcurrió sin mayores sobresaltos hasta el quinto mes de gestación, cuando se supone les iban a revelar el sexo del nene. Ella quería varón y él hembra; hicieron una apuesta y esperaron el veredicto del ecosonograma. El doctor les dijo ganó usted, señora; y por partida doble, porque ese enredo de piernas y cabecitas que se ve en la pantalla es la pelea a mordiscos que tienen sus dos niños: María Levis tenía en el vientre un par de gemelos fuertes y rozagantes. Una vez superada la sorpresa, sacaron unas cuentas y el médico llegó a la conclusión de que aquellos infantes debían venir al mundo el 28 de septiembre de 1997. Muy sabrosa la noticia, a pesar de que ahora las compras y los gastos tenían que ser por partida doble. A acostumbrarse, mi gente, ya van a saber lo que es cambiar dos pañales y calentar dos teteros al mismo tiempo.

Doctor: qué dedos
tan sabios tienes

Unos días antes de esa fecha, María Levis comenzó a sentir unas molestias que le parecieron sospechosas; el día 27 ya la cuestión parecía una clara señal de que los chamos estaban buscando la puerta de salida, así que se fueron a la maternidad Concepción Palacios y entraron por emergencia. Un doctor los atendió, todo sudado porque allí es costumbre que haya treinta mujeres con los dolores y a ninguna se le puede conceder privilegios a menos que se le estén desgarrando las entrañas. Así que el forcejeo es constante y bestial, por lo cual el tipo ni arrugó la cara cuando Jairo Rubén García le dijo que su esposa estaba por dar a luz. Simplemente súbase en esa camilla, abra las piernitas y vamos a ver qué hay.
Detalle importante: la pareja le mostró un informe del obstetra en el que podía leerse claramante que la joven presentaba alto riesgo obstétrico, embarazo gemelar de 39 semanas más 6 días y pre eclampsia leve. El doctor miró aquellos papeles con la misma intensidad con que un tiburón blanco miraría una ensalada de tomate con cebolla y pepino, y se dispuso a hacerle un tacto. ¿Y qué es un tacto? Bueno, ustedes nada más acuérdense del dicho: los ginecólogos trabajan allí donde usted disfruta. Y no me molesten más con ese tipo de preguntas.
El hombre realizó su tacto, lo pensó dos segundos y le dijo a la pareja que volviera dentro de dos semanas. ¿Cómo? ¿Y el informe? ¿Y la pre eclampsia, que yo no sé qué diablos significa pero suena demasiado feo para dejarlo de ese tamaño? Tranquilo, galán, llévese a la hembra y me la trae dentro de dos semanas. El diagnóstico que a su colega del Materno Infantil del Este le costó meses de esfuerzo y observación, al doctor de los dedos sabios le tomó apenas medio minuto de exploración digital para rebatirlo. Qué genio, qué grandeza la de este tipo; tocando arpa debe ser una estrella.
María Levis y su esposo salieron de allí más confundidos que un finlandés paseando a mediodía por Maracaibo, se fueron a su casa y durante unos días torearon hasta donde se pudo el malestar y las incomodidades. Un día que la muchacha amaneció más delicada que de costumbre se fueron nuevamente a la maternidad para que la atendieran de emergencia, ya estaba bueno de espera. Cuando llegó la miraron de arriba abajo y decidieron, ahora sí, ingresarla. Lo cual muchas veces no representa ningún alivio, porque como ustedes deben saber, amigas parturientas de Caracas y pueblos circunvecinos, allí el procedimiento es el que sigue: usted se mete en una habitación donde hay cincuenta mujeres pegando unos alaridos de espanto, y la regla es que las que chillen menos fuerte es porque pueden ayudar a las que lanzan los gritos más poderosos. ¿Y los doctores? Allá abajo, atendiendo a las que por fin van a dar a luz, seis horas después de haber entrado. ¿Y las enfermeras? Bueno, hay allí unas doñas tan joviales que de de vez en cuando se asoman y entablan indefectiblemente la misma conversación con las mujeres:
—¿Te duele?
—¡De booooooo...!
—Ah, pero cuando lo estabas haciendo sí gozabas, ¿ah?
No es un invento, hijos míos. Ustedes, amables lectoras de los segmentos A y B de la población, pueden preguntárselo a sus congéneres de los grupos C, D, E, F y el resto del abecedario a quienes les ha tocado parir en esa maldita buhardilla que queda en San Martín. Y no crean tampoco que es un insulto machista, inventado y difundido por borrachos de plaza. Nada de eso. Quienes así humillan a las parturientas son mujeres de cuatro piezas, tan dulces y tiernas como un caramelo de ácido muriático y algunas tan sexis como una lavadora de rodillo.

Vidas paralelas

Cuando la muchacha entró a la Sala de Emergencias se encontraba en un estado tan deplorable que decidieron atenderla: se le pararon a un lado y le dieron las instrucciones de rigor: respira hondo, puja, mija, puja. María Levis realizó el esfuerzo de su vida hasta que lo logró: bienvenido el primer chamo al planeta más lindo del sistema solar, con la excepción de Saturno que tiene unos anillos ahí más o menos. Pero cuando estaban aupándola para que expulsara al segundo el organismo se resintió y le sobrevino un paro cardíaco. Entonces sí: a correr, muchachos hay que hacerle una cesárea. Cuchillazo profundo en el vientre, extracción del segundo bebé y, junto con él, el útero, los ovarios, trompas, ligamentos. Histerectomía, llaman a eso los galenos.
El percance culminó con los dos bebés a salvo y María Levis Hernández derrumbada en una cama, con esperanzas nulas de recuperación. Pocas horas después entró en estado vegetativo. Cuando la subieron a la habitación, había allí una compañera de infortunio, otra joven dormida profundamente ante la mirada de su madre. Se trata de Yurimar Armas, una muchacha de 19 años.
Una vez apaciguadas las primeras lágrimas, la gente de María Levis entabló conversación con la de Yurimar. Le hablaron de sus cuitas, del trato inhumano, del médico de los dedos maravillosos, de las candorosas comadronas. El contrarrelato de la otra señora, madre de la compañera de habitación y de sueño obligado, fue el mejor consuelo que pudieron encontrar.
Era octubre de 1997; Yurimar estaba en estado vegetativo desde abril. Su proceso fue algo distinto, más elemental que el de María Levis: ella había tenido un primer parto en el que le practicaron cesárea, pero la segunda vez los médicos esperaban que tuviera un parto natural, pasando por alto el hecho nada despreciable de que la joven padecía de una hernia umbilical. Sólo que en el momento de ser anestesiada le perforaron la duramadre y esto le ocasionó trastornos de alta factura. Para evitar los recovecos técnicos, limitémonos a decir que a la muchacha también se le practicó una histerectomía abdominal, que como ya sabemos consiste en la extirpación de buena parte del aparato reproductor. A su esposo terminaron por botarlo de su trabajo debido a los largos permisos que debió tomarse para poder atenderla. Lo cual no es ningún alivio: sin una entrada de dinero pocas cosas pueden hacerse con los días libres, como no sea desesperarse.
El destino común ha ubicado a estas dos muchachas en similares circunstancias: están en la misma habitación, recuperaron el conocimiento pero apenas pueden escuchar, mover los ojos, comunicarse por medio de unas señas entrecortadas y aparatosas. Los allegados de ambas acudieron al Comité de Familiares de Víctimas por Mala Praxis Médica, y ambas han colocado sus denuncias. El caso de María Levis está en el tribunal 19º de primera instancia; el de Yurimar, en el 12º penal.
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Lo escribí para mi página de El Nacional, probablemente en 1997 ó 1998. Pero ¿saben qué?, no recuerdo ni tengo forma de averiguar la fecha exacta. Si alguien me hiciera el favor de hacerlo por mí, se lo agradecería.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ese es el grave peo que hay aqui, y lo peor de todo es que sigue pasando igual. Hay que preguntarle a ese coño e madre de dedos mágicos, si tomaría la misma conducta en una clínica privada. El problema es que hay 2 tipos de prácticas médicas para un mismo médico; en el hospital y en la clínica. Mala leche para los que van a el hospital. Y seguro que el mal nacido colega ese habla pestes de los colegas cubanos. Saludos.

Rafael Villa dijo...

berro q bolas, tremendo trabajo.

el q yo hice es para la uni y bueno vamos a ver q tal