noviembre 12, 2005

Héroes y tumbas

¿Quién mandó al general a adelantarse hasta quedar tan cerca del enemigo, con ese traje vistoso, blanquísimo y flameante, como si se tratara del mismísimo Aquiles renunciando a la cólera para entrar en batalla? Pues eso fue exactamente lo que el general Crespo hizo, y el resultado de su osadía no tardó en producirse: sin haber comenzado siquiera la acción bélica con la que pretendía liquidar de una vez por todas a la diezmada banda de El Mocho Hernández, un anónimo francotirador sin puesto oficial en la historia le apuntó con un fusil Winchester y lo derribó para siempre con un proyectil de esos que duelen con sólo mirarlos: un caramelo calibre 45, de aquellos que utilizaban los pioneros norteamericanos para derribar búfalos a 80 metros de distancia.
En el informe levantado en aquella oportunidad por el médico Isaac Capriles pueden leerse expresiones más toscas que científicas –una de las más impresionantes: “La bala le entró más abajo de la clavícula derecha y le salió un poco detrás del cuadril izquierdo”–, pero fue ese el documento que registró la muerte del controversial caudillo, y que antecedió a su traslado oficial desde la funesta mata Carmelera, en el estado Cojedes, hasta Caracas, a donde llegó el 20 de abril de 1898.
Antes de su traslado a la capital, el cadáver de Joaquín Crespo, dos veces presidente de Venezuela, debió ser embalsamado a toda prisa por medio de un rudimentario proceso que duró ocho horas: fue vaciado, curado y tratado con las pocas sustancias disponibles, relleno de algodón y cubierto con cera y cal. En esas condiciones fue sepultado en el mausoleo construido años antes –conforme al diseño de Víctor Barret de Nazarís– en el Cementerio General del Sur.
Un siglo después
En el borde del tercer milenio, algo lejos ya de aquellos acontecimientos sobrecogedores, el sitio que el general Joaquín Crespo escogió como último aposento para sus restos y los de su familia ha perdido toda placidez. Desde mediados de los años 70, cuando el Cementerio General del Sur arribó a sus cien años de existencia, se ha hablado de la inmensa sobrepoblación de esos terrenos, de las prácticas vandálicas que se han detectado allí, como el “reciclaje” de las tumbas: cierto sindicato que vacía y revende los espacios donde reposan restos olvidados por los deudos. También se ha comentado y deplorado el desmantelamiento de los mausoleos, el hurto de las piezas de aluminio y otros metales, los mármoles e incluso las flores, para ser vendidos al mejor postor.
Pero la faceta más tétrica de esta suerte de ejército arrasador de tumbas es la práctica de rematar restos de cadáveres, supuestamente para la realización de ritos satánicos; otras versiones –que los sepultureros del cementerio confirman con toda la naturalidad cada vez que se les aborda– hablan de la venta de trozos de huesos que algunos malandros utilizan como amuleto o “contra” para alejar las balas.
El pasado fin de semana, decidida a dar una respuesta satisfactoria a los familiares de difuntos cuyas tumbas han sido saqueadas, la Prefectura del municipio Libertador, la gerencia de Cementerios Municipales de la Alcaldía, el Comando de Seguridad Urbana de la Guardia Nacional y la PM realizaron un operativo sorpresa cuyos resultados fueron elocuentes: 80 detenciones, recuperación de varios kilos de materiales robados y verificación de aquellas prácticas macabras: muchas tumbas habían sido profanadas y desmanteladas. El prefecto Ramón Flores y el gerente del cementerio, Richard Blanco, acuñaron un slogan brutal para definir la guerra que se avecina: prometieron “acabar con los zamuros, los delincuentes de cuello negro” que rondan en las noches por el lugar.
Entretanto, en mitad del operativo y de las declaraciones vino a colación el mausoleo del general Crespo, el más llamativo y pomposo –y quizá también el más descuidado– de todo el cementerio, y varios de los funcionarios que estaban al frente del operativo confirmaron los temores: también había sido profanado, y no ahora sino varias semanas atrás. Respuesta que hubiera dejado satisfecho a todo el mundo de no ser porque, apenas unos días antes del operativo, alguien muy bien enterado dejó caer por los lados de la División de Medicina Legal de la PTJ una delicada revelación: el cadáver del general no está en su mausoleo.
¿Dónde esta el general ?
En la Central de la PTJ nadie supo dar informes precisos al respecto y ni siquiera confirmar la noticia. En la Prefectura del municipio Libertador, tampoco: la Dirección de Inteligencia se había limitado a la persecución y captura de los responsables de un delito comprobado, pero, hasta donde se sabía, no se trataba de juzgar a los saqueadores de una tumba en particular. La GN tampoco parecía estar muy al tanto de cuestiones demasiado profundas; capturar bandidos es cosa de todos los días.
En el propio Cementerio General del Sur, en cambio, sobran los interlocutores extraoficiales: los propios sepultureros, aunque la naturaleza alegre y desenfadada de estos trabajadores suele prestarse más bien a suspicacias. Indagar por algunas cuestiones escabrosas en medio de las tumbas puede no ser agradable, pero sí muy enriquecedor si se sabe discriminar las informaciones. Así, supimos que el mausoleo de Joaquín Crespo es uno de los más visitados por fuera y también por dentro. Hace tiempo que la tumba fue violentada y mutilado el cuerpo –en vida, una mole de 1,90 metros de estatura y cerca de 100 kilogramos de peso– del mártir de la mata Carmelera. Especie difícil de creer porque, si bien una parte de la pared y la reja que circunda al monumento han sido derribadas para construir unas tumbas ajenas en el límite de su perímetro, el interior del mausoleo está cerrado con algunas cadenas y unos candados –detalle curioso al principio– sumamente nuevos, demasiado nuevos para una capilla en tal estado de abandono. Las sospechas se disipan al verificar las fechas del último difunto sepultado allí: Luis Enrique Capriles Crespo, 4 de abril de 1992.
Arriba, en la sala principal, puede verse el lugar de reposo de Ana Jacinta Crespo de Capriles, justo al lado de una escalera que comunica con la bóveda que contiene o debería contener los restos de Joaquín Crespo. Varias huellas pueden verse entre la escalera y el resto del mosaico que adorna el piso. ¿No debería permanecer intransitado el sagrado recinto del ex presidente? También puede verse un envase desechable de refresco, quizá lanzado desde afuera. Las simples sospechas quedan en segundo plano ante los testimonios directos, manidos y antiguos: frente a la tumba de Joaquín Crespo y su esposa han tenido lugar rituales de todo tenor, y durante muchos años los pies del general estuvieron expuestos a la intemperie.
Hoy, no es del todo necesario acercarse a la muy intimidante y misteriosa escalera mencionada arriba. Por la parte exterior puede el visitante acercarse a una puerta cerrada con cadenas –y otro candado nuevo– que comunica con el mismo lugar. Sólo que, al acercarse uno demasiado, se percibe un aire cargado de polvos y un ruido de insectos que obliga a no insistir más en la exploración.
Ultimo paseo por Caracas
Otras alternativas para buscar al general, para sacarle a alguien una declaración, aunque fuera una parte de la información acerca de su paradero: rastrear a sus descendientes vivos, hurgar con más ahínco en la PTJ, en Medicina Legal. Esta última opción –abordada, es verdad, tardíamente– desmenuzó todo el falso acertijo: el general Crespo había sido sacado de su tumba, es verdad, pero no por macabros asaltantes sino por una comisión de la División de Medicina Legal de la PTJ –a cuyo frente se encontraba el propio doctor Jack Castro–, a petición de los familiares y del Instituto del Patrimonio Cultural. Resultaron ser ciertas, de todas formas, algunas de las especies sacadas a la luz de manera risueña y extraoficial: los funcionarios de la Judicial sí encontraron los sellos de la tumba violentados, su tapa rodada de su sitio; el cuerpo, sepultado originalmente con su kepis, un sable y condecoraciones varias, fue hallado cubierto sólo por una especie de tejido de fique; vulgarmente, un saco de papas. Otras especies no confirmadas hablan de la mutilación del dedo meñique de la mano izquierda.El cuerpo momificado del general permanecerá bajo custodia de la PTJ mientras se realizan los muy reclamados trabajos de remodelación del espléndido mausoleo. ¿Irán a garantizar de verdad su integridad cuando la remodelación concluya y el general haya regresado de su último paseo obligado por Caracas?**
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* Publicada el 2/2/97 con el título La delincuencia actúa sobre héroes y tumbas.
** Dos días después de aparecer esta crónica el Instituto del Patrimonio Cultural envió a la redacción de Siete Días una carta en la cual se acusaba al autor de haber publicado una información sesgada. Entre otras cosas, decía que "el señor Duque (...) omite la labor de rescate emprendida desde hace meses por el Instituto del Patrimonio Cultural", y "es notorio el esfuerzo reciente de las autoridades municipales y de la propia administración del Cementerio, para mejorar los servicios generales que allí se brindan, incluyendo incrementar su cuido y vigilancia". Sí señor. Estaba tan bien cuidado el cementerio que el señor Duque olisqueó, vagó, esculcó e hizo sonar rejas como le dio la gana en el mausoleo de Crespo, y nadie se acercó a preguntarle qué demonios hacía en ese lugar. De todas formas, un año después, con motivo del centenario de la muerte de Crespo, el mausoleo fue reinaugurado por el entonces presidente, Rafael Caldera, y el general instalado en lujoso ataúd.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Al escribir todo este asunto pensabas que años después seguiría vigente?
¿Ya tenías pensando hacer un periodismo que trascendiera su tiempo, sus ánimos, e incluso su medio?
Porque esto está buenísimo

JRD dijo...

Epa tipo, gracias.
Bueno, cuando a uno le pagan por hacer ciertas cosas no es bueno pensar en la trascendencia. Corres el riesgo de concentrarte menos en el día que en el futuro, y eso en periodismo es mortal.
Ahora leo las cosas que hacía hace 6, 7 y 8 años y sí, me contenta que aguanten lectura. Pero la verdad-verdad, en su momento no pensaba en esos cálculos.

Anónimo dijo...

"si creara una universidad para bandidos, los PTJ´S sería los mejores profesores."

Anónimo dijo...

"Están la solté varios ladrones, secuestradores, asesinos e traficantes. Suyos nombres: PTJ´S.

Debemos barrer esa basura de nuestro país."

Anónimo dijo...

la verdad que no pense encontrar este material de hace 10 años atras cuando sonó lo de la profanacion y robo en la capilla del General Crespo. Es interesante la forma en que se narran los hechos haciendo que uno se "enganche" en la historia y más si el protagonista es un difunto y de pasapalo un ex-presidente de finales del siglo XIX de la envergadura de Joaquin Crespo. Me parece que este tema no debe darse por olvidado ya que no solo él reposa en este campo santo, sino otras distinguidas personalidades y sus familiares mas cercanos

JRD dijo...

Ydilia, gracias por el comentario y las observaciones.

John Moore dijo...

Estoy alarmado por el estado en que se encuentra el Cementerio General del Sur, he publicado unas fotos en Panoramio a efectos de despertar el interés de las autoridades si es que las hay. Pueden visitar esta página en: http://www.panoramio.com/user/1252810/tags/Cementerio%20General%20del%20Sur