mayo 09, 2005

Aquel primer año

Un domingo de noviembre de 1997 publiqué estos tips en la página que me correspondía llenar en El Nacional. Hablaba allí del primer año de la sección Guerra Nuestra. Copio (y pego) aquí abajo el texto tal como apareció entonces. Y los tips de sucesos policiales que escribí entonces.
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364 días
Entre efemérides y detalles curiosos, entre historias intrascendentes y otras impactantes; entre momentos ingratos y testimonios agradecidos, al autor de estos párrafos lo ha sorprendido el primer año de actividad en este espacio. ¿Motivo para reflexionar, para coger impulso nuevamente, para enmendar errores y ponerle más empeño a la cuestión? Correcto: un año no significa nada, no es ningún hito inmarcesible, pero en fin, si estamos de acuerdo en que cualquier ocasión es buena para ver un momento hacia atrás y darle sólido y con nobleza hacia el futuro, acepten por favor este recuento.
En efecto, hace exactamente un año menos un día apareció nuestra primera crónica en esta página. En aquella oportunidad entregamos un trabajo quizá algo aparatoso, el temblor del pulso principiante como que se notó demasiado y Hugo Prieto estuvo a punto de arrepentirse de habernos llamado para reseñar los sucesos para Siete Días. Un año más tarde, ya Prieto superó el primer impacto; ahora está totalmente arrepentido, el temblor de este pulso está más intenso que nunca, pero ya es como demasiado tarde para dar un paso atrás.
Ni una palabra más: ustedes pueden seguir denunciando aquí sus casos, el autor de todo esto está disponible en la dirección de Feriado y adiós al tono rememorativo, caramba, ni que esta fuera la columna de Abelardo Raidi.
**Carmen Teresa Escobar tiene 65 años, vive en la calle Guaicaipuro de Artigas y se le conoce, entre otras cosas, por ser una madre abnegada que no ha escatimado esfuerzos por garantizarle el pan y otros elementos de sobrevivencia a suhija, Belkis. El martes pasado, a la doña en cuestión le cayó la Policía Metropolitana de improviso, le registró la casa sin misericordia y de repente ah, sorpresa, 20 kilogramos de malanga, mafafa, purita marihuana, pues. La doña se estremeció de pavor, lloró de lo lindo, sopesó las circunstancias, evaluó la situación y finalmente soltó lo que tenía entre el pecho y la espalda: la droga pertenecía a su hija Belkis. Los agentes buscaron a la tal Belkis en el mismo sector y la encontraron sin mayores problemas. Ambas están detenidas en la comandancia de la PM en Cotiza. Madre hay una sola.

**En Valencia fue hallado el cadáver de un hombre llamado Hugo Freites Gómez, de 33 años. Estaba dentro de una casa ubicada en el sector Fundación Mendoza, y su cuerpo, envuelto en bolsas plásticas y aparentemente estrangulado con una media, estaba cubierto de pétalos de rosas. El difunto era instructor de gimnasia.

**No tiene nada de extraño que allanen una vivienda de vez en cuando, en busca de estupefacientes u otros efectos relacionados con actos ilícitos. Lo que sí resulta extraño es que el cuerpo policial que ejecuta el allanamiento presente el resultado de la acción con el detalle y la precisión —la honestidad, agregaríamos— con que lo hizo esta misma semana la Policía de Miranda. Ocurre que, durante un operativo en Ocumare del Tuy, fueron detenidos cuatro ciudadanos responsables de algunas cosas encontradas en varias viviendas. La lista de lo incautado, presentada a los medios, está descrita así: “10 pitillos de cocaína, 9 de basuco, 4 de marihuana y un tubo de xilocaína —ustedes saben, para el dolor de muelas—; una escopeta marca New England, calibre 16, serial 342824, 19 cartuchos, dos cartuchos para FAL, cuatro cajas de cerveza Polar, siete yesqueros, 107 mil bolívares en efectivo y seis dólares”. Además aseguran haber decomisado en otro procedimiento “un rollo de papel aluminio, dos rollos de papel plástico Envoplast, dos calculadoras marca Casio, un colador plástico y cuatro velas”. Asusta tanta minuciosidad.

**No sólo los anticastristas fueron objeto de un seguimiento riguroso durante la cumbre presidencial: los vascos recibieron también su ración de manoseo y persecución para ver si, por casualidad, no había entre ellos un etarra coleado y dispuesto a causar desmanes en la humanidad de alguno de los ilustres visitantes. Hubo alguna queja airada en contra de la movilización de la Disip, pero cómo se hace, lo importante era que los presidentes se sintieran seguros. Así los demás tuvieran que comerse las verdes durante unos días.

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