noviembre 17, 2005

Cómo reconocer al Cordero

  • No fueron amigos, ni conocidos; ni siquiera vivieron en el mismo lugar. Pero ciertas manifestaciones del caos humano de nuestras ciudades se encargaron de conducir sus vidas por caminos afines, rumbo a tragedias simultáneas
Alexis Pérez tiene 23 años, los mismos que tendría ahora José Ramón Carrillo si un loco avatar no le hubiera interrumpido la juventud; Jairo vivió hasta hace un mes en la urbanización La Rosa, en Guatire; José Ramón, en Turmero, estado Aragua; Alexis siempre ha sido un muchacho inquieto, lo mismo que José Ramón. A ambos le dio por lo mismo desde temprana edad: la droga es una tentación muy fuerte para algunas almas desprovistas de la necesaria coraza moral, y ni Alexis ni José Ramón contaban en su equipaje existencial con una familia lo suficientemente fuerte como para soportar los llamados de ese oficio tan intenso como perjudicial como lo es la sobrevivencia, a lo macho, en unas calles que son selvas de cemento. Héctor Lavoe dixit.
Alexis tuvo sus encontronazos cuando adolescente, y antes de la adolescencia. Tan duro y parejo le dio el muchacho al cuerpo que al cabo de pocos años tuvo que ser recluido en un centro de desintoxicación, fulminado o en vías de nocáut fulminante a causa del consumo de estupefacientes; tendría 19 años cuando decidió dejarse de eso, y un año más cuando pudo decir con la frente más o menos alta que había ganado la batalla.
Caso José Ramón Carrillo: allá en el barrio Guanarito de Turmero se había ganado una imagen de cazador de peleas, de guerrero irreductible y maloso. Ya se sabe que sobrevivir en esas condiciones hasta más allá de los 20 años es hazaña de particulares matices, así que no pierdan de vista el detalle.
En ambos se operó idéntica transformación, nadie sabe si por azar, por reflexión propia o por insistencia de sus allegados: cuando ya ambos cruzaban la raya imaginaria de los 20 años, un súbito halo de luz descendió de los cielos y aterrizó en aquellas mentes atormentadas. El resultado del aterrizaje fue que los dos sintieron la necesidad de acercarse a Dios y lo hicieron por la vía más expedita: acercándose a los predicadores que más fuerte gritaban en sus respectivas comunidades.

Cordero de Dios

Cuando estaba transcurriendo toda aquella etapa dura y semisalvaje de Alexis Pérez, para desesperación de una familia que no encontraba como mantenerlo tranquilo en el carril, vivían en San Cristóbal. Luego del impostergable paso del muchacho por las manos del Señor, decidieron trasladarse a Guatire, un pueblito ahí que no tiene ni el clima ni la descongestión ni las posibilidades de estudio o trabajo —en una palabra: ni una de las ventajas— de San Cristobal, pero sí tenía algo fundamental: quedaba bien lejos de la influencia de aquellos muérganos que le habían echado a perder el alma al buen Alexis. Después dicen que todos los andinos son dóciles y campechanos. Hasta allá fue a parar junto con su madre, una hermana y un hijo de ésta, de nombre Eduardo Pérez, de cinco años de edad.
En cuanto a José Ramón, también le salió mudanza de ciudad, aunque terminó quedando muy cerca del Turmero de sus desmanes; su madre vivía en Maracay y allá fue a parar, no sin antes realizar una pasantía de ocho meses en el hogar Renacer. Ya se dijo que le salió terapia de desintoxicación a causa de tanta droga. Una terapia que no fue sólo física: si a punta de citas bíblicas se puede desinfectar a alguien, puede decirse que el corazón de José Ramón Carrillo quedó como para un comercial de Ace, con Carlos Sicilia incorporado.
Una novela de Saramago hace ver que el auténtico cordero de Dios es el propio Jesús: el tipo a quien se va a inmolar con el fin de expiar culpas ajenas. Los corderos de Alexis Pérez terminaron siendo su madre y el pequeño Eduardo, su sobrino: el pasado 29 de agosto, en mitad de un arrebato de furia sólo comparable con aquellos que, años atrás, lo hacían rabiar en las calles de San Cristóbal, arremetió a puñaladas contra su confundida madre que jamás supo a qué se debía tanto frenesí. Las autoridades policiales contabilizaron 18 heridas en su cuerpo. El niño requirió menos ensañamiento. Sólo dos golpes fulminantes en el cráneo bastaron para que éste estallara con el sonido que los vecinos escucharon en su momento, sin poder identificarlo. Más tarde habrían de enterarse: la estructura y la densidad dentro de una cabeza humana son idénticas a las de una pelota de golf.
A José Ramón le llegó la hora de los grandes titulares ese mismo día. En la tarde le comunicó a su madre que iba a visitar a su hermana en el barrio Guanarito, en Turmero. Suponía el muchacho que los viejos enemigos no estarían esperándolo, que las viejas afrentas también se habían borrado debido a la intervención divina. No fue así, por supuesto: un José Terán cualquiera, rival con una memoria que funcionaba bien, sin mayores baches, lo identificó a lo lejos. Se le acercó, sacó el arma, le dio el insulto de despedida y le disparó dos veces. Fue llevado a un centro ambulatorio con una bala en el cuello y otra en la pierna, pero nada pudo hacerse. Salvar la vida es más difícil que salvar el alma.
Alexis fue detenido pocas horas después de su doble crimen; su actitud denotaba un extravío mental que será esgrimido como atenuante o como factor de exención de la pena. Aseguró que el niño era el Anticristo, y la madre de Alexis, una agente del maldito que intentó envenenarlo varias veces.
Una vez en su celda, intentó cortarse las venas con los vidrios de una ventana. Intento fallido; el cordero no tiene derecho a decidir nada sobre su destino.
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La publiqué en El Nacional, en octubre del 98, con el título Cómo reconocer al Cordero de Dios.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

mi nombre es Deyanira zabala y soy esposa de jairo cardozo esto q esta escrito no me parece q se siga haciendo publico ya q jairo ha mejorado su salud y esto nos hace sentir mal el tiene hijos y no quicira q se sintieran aturdidos con este recuerdo por favor le pido q quite esto q esta escrito y disculpeme no se q derechos tiene usted para dejar esto escrito ya q nadie le hace ningun tipo de comentario

JRD dijo...

Deyanira, por consideración a su esposo y a su familia cambiaré los nombres de los involucrados. Me pregunta qué derechos tengo; le informo que tengo todo el derecho y la obligación de difundir cualquier noticia que investigue, ya que soy periodista. Pero le reconozco a ustedes el derecho a no ser expuestos ante la opinión pública.

Le informo que este mismo escrito está publicado en la página de El Nacional. Escríbales lo mismo que me escribió a mí, a ver si le dan el mismo tratamiento respetuoso que yo le estoy dando.

Anónimo dijo...

gracias,y lea bien le pedi disculpas por q imagine q tiene derechos... de autor, en ningun moento espere q fuera odioso por q yo tambien le pedi ese favor de manera amable. y si me parece q es una persona odiosa gracias att¨:DEYANIRAZABALA